Una de esas tardes en las que salíamos
con los chiquillos del barrio, a recorrer el mundo en
bicicleta, un automóvil atropelló a uno de los chicos, con
tan mala suerte que, el pobre se rompió una pierna y debió
permanecer largos meses en su casa, sometido a un cuidadoso
tratamiento.
Sus padres se preocuparon mucho por el pequeño Adolfo, de
tal manera que convocaron a todos los chicos del barrio para
pedirnos que lo visitemos siempre, todos los días si fuera
posible. Yo le tomé la palabra a la señora y lo visité
asiduamente; pero el interés de tales visitas no era sólo el
enfermo, también nos interesaba tener un local con
facilidades para dedicarnos a los juegos de mesa. La cosa no
quedó allí, no sólo nos dedicamos a los juegos de mesa, los
cuales pronto nos aburrieron, pues teníamos una sensación de
que “no eran verdad”. Pasamos luego a los juegos de azar
como las cartas y los dados, nos gustó pero eran “un gasto
insulso”; total, éramos chiquillos que básicamente no
teníamos dinero para estar apostando. Pronto, luego de
algunas semanas en búsqueda de un pasatiempo adecuado
hallamos uno fascinante: la magia negra, sí lectores, la
magia negra, el peligroso juego de la Ouija, la adivinación
del futuro, la conversación con los muertos. ¡Fue un
descubrimiento que me entusiasmó hasta la locura!
Sí amigos lectores, la conversación con los muertos resultó
ser un pasatiempo increíble. La Ouija parecía funcionar, la
copita se movía como si tuviera un motor y respondía y
respondía a todas nuestras preguntas. Día tras día estuvimos
contactados con el “más allá”, hasta que las chiquillas del
barrio se enteraron de lo que hacíamos y sin dudas ni
murmuraciones, se unieron al club de practicantes de la
magia. Mientras el enfermo se recuperaba, nosotros
practicábamos la siniestra magia negra, todos los días.
A decir verdad, la tensión y el convencimiento en los
poderes del más allá duró hasta que llegaron las chicas,
desde aquel día todo se transformó en un juego sensual. No
nos interesaba más la Ouija en sí misma, nos interesaban las
chicas y a ellas nosotros. Se convirtió en un pretexto
magnífico para tener interminables citas y pequeños romances
con las chiquillas, tan lindas y delicadas.
Con el pretexto de la magia negra y la Ouija seguimos
juntándonos con las niñas. La copita de la Oija seguía
caminando inexplicablemente por el tablero con letras y
contactándonos con espíritus, o que sé yo con quien. De rato
en rato, alguien hacia alguna pregunta y nos poníamos un
poco serios, más la verdad es que nos dedicamos a seducir a
las chiquillas, y ellas a dejarse seducir.
***
No sé si los padres se dieron cuenta de
la situación o fue que la cosa cayó por su propio peso; pero
uno de esos días las chicas nos invitaron a una “sesión
especial” de Ouija, donde utilizaríamos métodos nuevos,
sería realmente una reunión inolvidable. La verdad es que el
tema me interesó, pues pensé que más allá de las
fanfarronadas y la poca seriedad con que nos tomamos el tema
durante las últimas semanas, valía la pena conocer nuevos
métodos y utilizarlos. Pensé que se convertiría en una
fuente de poder para averiguar el futuro, el pasado y todo
cuanto yo quisiera saber con ayuda de los amigos muertos.
Por supuesto que la motivación de fondo, la que realmente me
interesaba, era el nuevo encuentro con las chiquillas.
La cita se realizó en la casa de la niña Claudia, tan linda
ella, flaquita, de ojos verdes, carita de durazno, sonrisa
de ángel y un carácter como el de una gatita infante. La
cita era a las seis de la tarde. “Justo cuando oscurezca,
pues estas cosas funcionan mejor de noche”-Nos dijeron al
invitarnos-. A los otros amigos también les pareció
magnífica la situación. Todos llegamos a la hora, estábamos
a la expectativa, y a decir verdad, también algo temerosos y
bastante serios.
Al entrar a la casa, nos recibió la madre de la niña, una
señora joven y muy amable, con expresión de ser una mujer
que no se tomaba nada en serio y todo lo que deseaba era
divertirse. Bueno, esa fue mi primera impresión; pero lo que
a continuación vino parecía bastante serio. Nos dijo que el
ritual se realizaría con muy poca iluminación, sólo una vela
en el fondo del salón, sobre la mesa del comedor.
Una vez que todos estuvimos sentados en la mesa del comedor,
luego de haber realizado un atemorizante rezo que decía así:
“Espíritu del bien que vives en el universo, por favor hazte
presente en este salón para aclarar nuestras dudas, y como
señal de tu presencia acércate a la tarjeta SI”.
Sentados todos en la mesa del comedor, la señora y las niñas
nos pusieron un plato de color negro en el lugar de cada uno.
Mientras yo pensaba que tal vez comeríamos algo, la señora
nos aclaró que no se trataba de comida sino de un ritual,
para lo cual teníamos que cerrar los ojos y marcar la señal
de la cruz en el plato utilizando toda la palma de la mano,
mientras repetíamos una y otra vez en voz alta: “Espíritu
del bien que vives en el universo, por favor hazte presente
en este salón para aclarar nuestras dudas y como señal de tu
presencia acércate a la tarjeta SI”. Luego la señora nos dio
más instrucciones con voz grave desde un rincón del salón:
“Ahora repitan la señal de la cruz con la palma de la mano
comenzando por la frente y terminando en el cuello, luego
vuelvan a pasar la mano por el plato y hagan la otra parte
de la señal de la cruz comenzando con el oído izquierdo y
terminando en el derecho”. Mientras avanzábamos en el ritual
repetíamos toda la invocación. “Espíritu del bien que vives
en el universo…”.
Mientras realizaba esta parte del ritual, sentía que mis
manos se habían impregnado de algo, pero tuve que ignorar la
sensación debido a que la señora no nos daba tiempo a pensar
ni reaccionar mientras repetía una y otra vez: “Concéntrense
muchachos, ignoren cualquier duda o sensación extraña,
concéntrense en sus preguntas. ¡Los espíritus nos esperan,
hoy nos contactaremos con ellos de una manera directa!”
Tal era su vehemencia y motivación que llegué a sentir
verdadero miedo, quise dejar el ritual, pero ya era
demasiado tarde. En cierto momento, la señora nos dijo:
“Repitamos una vez más nuestra invocación y luego
recibiremos a los espíritus, quienes ocuparán este salón y
nos mostrarán el futuro y la solución a nuestros problemas”
Obedeciendo sus mandatos y permaneciendo aún con los ojos
cerrados repetimos la invocación con toda fe y fuerza. Luego,
la señora nos dijo: “Ahora voy a prender la luz y luego
podrán abrir los ojos para visualizar la presencia de
nuestros hermanos espirituales”.
Pronto sentí una luminosidad en mis ojos y escuché la voz de
la señora: “¡Ahora pueden abrir los ojos y miren bien, les
conviene!”
Con temor abrí los ojos y grande fue mi sorpresa al ver que…
¡Todos los varones estábamos con la cara y las manos negras!
¡Completamente negras! Y las chicas estaban normales. No
sabía que pensar, pues aún estaba aturdido y confundido
mirando mis manos y tocando mi manchado rostro, sintiéndome
como un extraterrestre, a punto de lanzar un grito de pavor,
hasta que una sonora carcajada que empezó por las mujeres me
hizo dar cuenta de lo que realmente sucedió. ¡Todo fue una
trampa! ¡Una burda y astuta trampa! Sentí una vergüenza
inmensa al percatarme de que había podido caer yo. ¡Yo! ¡Un
niño supuestamente listo, culto e inteligente! Caí en una
trampa para niños tontos organizada por una señora astuta y
unas niñas más astutas aún. No había ninguna Ouija, ni
invocación, ni “hermanos espirituales”, ni más allá, ni
universo, ni nada. Todo fue un truco para hacer que nos
manchemos la cara, el cuello y las manos con el betún negro
que las chicas le habían puesto a todos los platos. ¡Con
razón sentía “algo raro” en las palmas de mis manos!
Las risas y burlas duraron varios minutos. A los varones no
nos quedó otra alternativa que aceptar con hidalguía que las
chicas nos habían jugado una gran broma, bien hecha, ante la
cual no podíamos reclamar, tan solo nos quedó reconocer la
astucia de las niñas.
***
Molestos, sorprendidos y resignados,
aceptamos la propuesta de la señora para asearnos y luego
participar de una pequeña fiesta con bocadillos, música
romántica y cuyo único propósito fue conocer más y más a las
chicas, el cual era nuestro único y sincero deseo. Durante
la fiesta yo bailaba frenéticamente, con cada pieza me ponía
rojo como un tomate y sentía correr por mi cuerpo un
torrente incontenible de hormonas que me anunciaban con una
fuerza imposible de contener, que algo muy importante estaba
cambiando en mí.
Luego de este acontecimiento se terminó para siempre la
búsqueda grupal del más allá, no volvimos a practicar la
Ouija, ni pensar en la magia negra. Adolfo se recuperó de su
accidente y los varones nos dedicamos abierta y directamente
a buscar los mil y un caminos para conquistar a cuanta
chiquilla guapa se cruzara en nuestro camino.
Aquel día se terminó nuestra pubertad, pasamos de ser niños
ilusos e hiperactivos, a ser locos y enamorados jóvenes
adolescentes.
FIN.
David Concha Romaña
2011
Zephyr of Darkness. Argentina.