Literatura y arte

desde el centro

del Mundo.

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SUEÑOS DE AYAHUASCA
“Todo ser humano debe tener un horizonte mental positivo”.

LAS LLAVES.


Autor. David Concha Romaña.

Caminaba por un extenso desierto. El clima no estaba ni frio ni caluroso, tenía una temperatura media y agradable, diría yo, unos 23 grados. Me sentía muy cómodo. Tampoco me hice ninguna pregunta, mi mente de pronto no quiso seguir trabajando en cuestiones tontas y simplemente me dediqué a observar las formaciones de roca y la arena de color beige que formaba el suelo y las suaves dunas que adornaban aquel desierto. El horizonte se veía completamente vacío y en el cielo había nubes blancas gigantes que de rato en rato dejaban brillar al sol, pero luego lo cubrían produciendo un agradable intercambio climático.

Seguí caminando sin preocupaciones; pero de pronto sentí sed. Llevaba una mochila cuyo contenido desconocía, entonces me la quité un momento, la coloqué sobre una piedra y la abrí. “¡Oh maravilla!” había un par de sándwiches de pollo, una porción de uvas y una botella que contenía una infusión. Tomé la botella, la abrí y luego, la bebí sintiendo su refrescante y agradable sabor.

Bien pues, luego tomé uno de los sándwiches y caminando poco a poco, me lo comí. ¡Oh mi Dios! Estaba tan bien preparado en pan de molde, era de pechuga de pollo con mayonesa y alguna deliciosa hierba del campo. Lo saboreé bocado a bocado mientras seguía avanzando hacia la nada. Terminando el sándwich, me observé a mí mismo. Como les referí, estaba vestido con un buzo de color celeste, de cuello “V” y manga cómodamente larga. Calzaba unas zapatillas blancas, completamente blancas. Pensé inmediatamente que se trataba de uno de esos atuendos que venden en el Colegio de Psicólogos. Me gustaba, me sentía muy bien y recorría un sentimiento de profesionalismo por mis venas. Esta vez, el habito sí hizo al monje. Nunca me sentí tan psicólogo como en aquella oportunidad.

Seguí caminando y caminando, hacia la nada, en el camino terminé con el otro sándwich y las uvas, ambos bocadillos espléndidos y deliciosos. Por primera vez en aquella aventura me pregunté: “¿Qué hago aquí, para dónde voy?” Entonces, a cierta distancia pude ver que sobre una piedra estaba delicadamente colocada una cajita, un cofre diría yo, hecho de fina madera y cristal con adornos y símbolos bellos pero indescifrables. Me acerqué con cautela y la abrí con cuidado para ver su contenido. Su interior estaba forrado con terciopelo de color blanco, contenía una llave translúcida y brillante hecha de un material blanco brillante. Tomé la cajita y sosteniéndola con ambas manos seguí caminando y caminando sin sentir cansancio.

En cierto momento me recosté protegido por la sombra de una piedra para descansar un poco mientras observaba las formaciones caprichosas de las nubes: Un perro cósmico, un ángel volando, flores y mil cosas más. “¡Qué lindas son las nubes!”. Pensé. En cierto momento mientras me daba una vuelta para acomodarme mejor, vi, casi en el horizonte, una construcción, algo así como una edificación gigante. Entonces me paré sintiendo una irresistible atracción por ir hacia tal lugar. Tomé la cajita y sosteniéndola con ambas manos caminé y hasta corrí para llegar hasta aquel lugar. No sé… habré demorado un par de horas en cubrir el trayecto, pero pronto me encontraba a unos metros de la edificación. En ese momento me di cuenta de mi situación “Oh Dios mío, no estoy en la tierra, estoy en otra dimensión, he muerto”-Pensé.

Me sorprendí, pero me sentí muy feliz como nunca antes, vinieron a mi mente los recuerdos de mi vida. Quedó claro para mí que mi estadía en la tierra había sido una batalla entre el bien y el mal que protagonicé yo. Observé mis recuerdos con emociones encontradas. Comprendí con una consciencia omnicomprensiva los motivos de mis conductas buenas y malas durante mi condición de ser humano. Una consciencia o voz superior me dijo: “Perdónate, arrepiéntete y prepárate para ingresar”. Me senté sobre una piedra y sentí la negrura de mis pecados, lloré intensamente, sentí la maldad contenida en ellos y lloré amargamente. Me descompuse y a tientas me alejé a una distancia prudencial y los expulsé contra mi voluntad, mediante un vómito sanador. Abandonaron mi cuerpo y mi mente y luego me sentí tranquilo. Después, la voz que me guiaba me dijo. “Así está bien, por ahora no debemos ocuparnos de este asunto, ven”. Confortado nuevamente me paré y lentamente volví. Luego sentí una paz infinita, aún más pura y feliz que la que sentí en el camino.

Al llegar a la edificación me di cuenta que era una gran extensión rodeada por un muro lleno de bellos dibujos; de animales, plantas, símbolos e infinidad de formas que no comprendí muy bien pero que me producían una agradable sensación de estética que nunca antes sentí. Los dibujos tenían movimiento, pues cambiaban de posición constantemente como si tuvieran algún tipo de vida. Al medio, justo en el lugar al que llegué había un gran portón de color blanco. Estaba cerrado, en el lugar en el que normalmente se encontraría la chapa, había algo así como una bandeja. La voz o consciencia superior que me guiaba me hizo sentir que debía colocar la llave en la bandeja. Abrí la cajita, coloqué la llave en la bandeja y el portón se iluminó de color celeste, y poco a poco se abrió una de las hojas, nadie lo hizo, simplemente se abrió y la voz que me guiaba me dijo: “Pasa muchacho…”

Con cierta cautela y sentido de novedad, ingresé y poco a poco, con cada paso que daba me di cuenta que se trataba de un gran jardín, un infinito jardín diría yo, pues no lograba ver ningún límite, era hermoso, lleno de árboles, flores y maravillas de la naturaleza. Caminé durante un tiempo internándome cada vez más y viendo cómo, con cada paso, la naturaleza de ese bello lugar se hacía más clara, más pura, más intensa. Vi pasar por los cielos bandadas de aves que trinaban con agradables sonidos, me encontré con un enjambre de mariposas de colores que volaron a mi alrededor como dándome la bienvenida.

Seguí caminando, hasta que en cierto momento escuché un rumor de niños y personas que venían apresurados hacia mí. Me sorprendí y a cierta distancia los vi. Era un grupo de unas veinte personas que venían apresurados; eran niños, muchos niños y unos cuantos adultos. Alrededor de los niños corrían hacia mí, muchos animales de actitud amable: alpacas, perros, felinos, y otros. Los niños al llegar hasta mí, se lanzaron a abrazarme y darme la bienvenida, se veían tan felices, fue como si me estuvieran esperando, yo los recibí con gran alegría y felicidad en mi corazón. Sentí que emanaban amor puro e incondicional, entonces los amé desde el primer momento. Los animalitos también tuvieron gestos de bienvenida para mí, fueron tan cariñosos que me sentí abochornado por tan lindo recibimiento e inmediatamente sentí infinito amor por ellos y por todo cuanto había en aquel maravilloso lugar. La voz que me guiaba me dijo: “David… has vuelto al cielo, pero ya no eres un ángel inocente como cuando partiste.”

Luego de unos minutos llegaron los adultos, eran tres personas, un varón y dos mujeres. Me miraron a cierta distancia como azorados, pero luego se acercaron y me abrazaron fuertemente sin decir palabras, sólo una de las mujeres, una bella y tierna chica me dijo emocionada: “Has vuelto David, has vuelto…” y me abrazó tiernamente, diciéndome: “No sabes cuan feliz me siento por tu regreso”. Sentí que lloraba abrazada a mí descansando su cabeza en mi hombro. Desde ese momento, no me soltó, se quedó abrazada a mí, sentí su amor y también sentí amor por ella, sin hacer conjetura alguna. Comencé a recordar el día en que me fui de este lugar. Esas personas eran mi familia, poco a poco los recordé y me sentí inmensamente feliz.

El mayor de ellos, se acercó a mí y me abrazo fuerte, enérgicamente y me dijo: “Bienvenido David, no sabes cuánto te hemos esperado” Lo abracé y comprendí que iniciaba una nueva vida.

***

Caminé ingresando cada vez más en aquel mundo feliz, rodeado por los niños y los animalitos. El hermano que caminaba junto a mí, me dijo: “No te preocupes de nada, primero descansarás lo necesario y luego hablaremos, hay tantas cosas que debemos trabajar, hay tantos procesos que debemos realizar. Tenemos que procesar tu experiencia. Estás en el cielo David, aquí serás feliz”.

Me condujeron a una amplia habitación, muy cómoda y acogedora. Me sentí seguro y calmado. Las personas que me acompañaron hasta la puerta me dijeron: “Ahora David, debes tomar un baño y dormir todo el tiempo que sea necesario, luego iniciaremos nuestro trabajo. Antes de dejarme, entró junto a mí la bella jovencita que me esperó y me dijo abrazándome: “Duerme Davidcito, luego, cuando despiertes, te prepararé algo muy agradable. Soy tan feliz de tenerte nuevamente”. La abracé tiernamente y le di un tierno beso en la frente, entonces recordé: Esa jovencita fue mi esposa antes de que yo partiera para tener mi experiencia de vida en la tierra. Me invadió un sentimiento de felicidad y le dije: “Quédate conmigo…” “Por ahora no debo, pero pronto volveremos a vivir juntos y ser muy felices”- Respondió. Entonces mirándome se retiró y cerró la puerta.

Me bañé en un cómodo baño y luego descansé en una cama amplia y cómoda, casi inmediatamente quedé dormido. Durante mi sueño, mi mente viajó por interminables jardines llenos de belleza y paz. Las largas horas de descanso limpiaron mi mente y armonizaron mi organismo.

Cuando desperté Shany estaba junto a mí. Me dijo, levantate y ven a tomar el desayuno conmigo. No sabes cuánto te extrañé y ahora que estás de nuevo conmigo soy tan feliz. Yo sentí en ese momento que ella era la mujer con la que soñaba tanto en tierra. Desde mi punto de vista era perfectamente bella y armónica conmigo. Antes de tomar el desayuno, nos abrazamos y nos besamos con amor infinito. “Tú eres mi felicidad le dije” y ella me dijo: “Sí, yo soy tuya para siempre”. No sé, talvez nos hubiéramos seguido amando, pero entonces, entraron a la habitación tres hermosos niños, haciendo bulla y alboroto propio de su edad y le dijeron a Shany: “Queremos tomar desayuno contigo y con David”. Ellos se lanzaron a mí y yo los abracé, sintiendo un amor indescriptible por ello. Shany me dijo: “No son nuestros hijos, son hijos del Señor, pero desde hoy serán hijos y hermanos, ellos y todos los bellos niños que viven aquí”. Tomamos el desayuno jugando y conversando con los niños quienes me contaban sus aventuras de niños en los jardines y sus juegos con los animalitos. Shany me dijo: “Hoy mismo los maestros te esperarán al medio día para indicarte cual será tu trabajo. No te preocupes yo viviré contigo y ambos seremos felices. Terminé el desayuno, abracé a Shany con una ternura que siempre estuvo en mi corazón, pero que no pude expresar plenamente en la tierra. Ya no tenía duda alguna, estaba en el cielo.

FIN

Escrito en Pisaq. 2018.

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