Literatura y arte

desde el centro

del Mundo.

Literatura y arte

desde el centro

del Mundo.


SUEÑOS DE AYAHUASCA
“Todo ser humano debe tener un horizonte mental positivo”.

EL VUELO DEL CÓNDOR.


Autor. David Concha Romaña.

Luego de tomar la bebida sagrada, me recosté en la matra en el ambiente obscuro de la Malloca, esperando el inicio de mi experiencia espiritual de esa noche. Habría transcurrido una media hora, poco a poco, me di cuenta que mis sentidos dejaban su claridad y se abrían a una realidad mágica. Sentí en mis hombros una fuerte inyección de energía. Volteé violentamente mi cabeza para ver de qué se trataba. Vi en mi hombro derecho una esfera de fuego de energía dorada brillante. Inmediatamente después sucedió lo mismo con mi hombro izquierdo, tenía en ambos hombros una esfera de fuego que no me quemaba, sino que me daba energía muy potente, entonces dejé deslizarse a ambas esferas hasta mis manos abiertas para recibirlas. Al llegar a mis manos, sentí el impulso de lanzarlas. Las lancé al médico y al chamán con la intención de dotarlos de esa energía. Vi por unos segundos cómo las bolas llegaron hasta el doctor y el chamán y los llenaron de la potente energía dorada. Entonces salió de mí un intenso deseo de bienestar para ellos.

Comencé a mover mis brazos como si fueran alas, grandes alas, sentí el procesamiento de la energía dorada recorrer todo mi cuerpo, pero en especial en mis brazos, luego seguí moviéndolos como si fueran alas. Sentí que algo sucedía con mis hombros, no sabía que era, entonces los toqué con mis manos. Físicamente no sentí nada, pero espiritualmente pasaba algo muy extraño. No me atreví a voltear y observar, pero sentí una presencia que llegó volando. Fue tan potente que sabía que estaba allí. sentí una suerte de emergencia y miedo, sin embargo, la presencia fue muy respetuosa conmigo, permaneció allí en el dintel de la ventana esperando que llegue el momento para iniciar la experiencia. Llegó apurado, rápido, parece que era indispensable que yo tuviera un encuentro con ese espíritu.

De pronto me di cuenta que un espíritu estaba detrás y encima de mí, esperándome. Cuando finalmente me atreví a voltear, vi a un gran y majestuoso cóndor que me miraba fijamente, me estaba esperando. Por temor volví mi mirada a su posición normal, entonces inconscientemente, automáticamente, volví a mover mis brazos como aleteando, mis brazos flotaban. Yo no era quien los movía, se movían solos, impulsados por una fuerza extraña que no era la mía.

No sabía lo que me iba a pasar, estaba de miedo, hasta en cierto momento llegué a pensar que ese ser que estaba a mis espaldas me atacaría, sentí temor, pero luego de un momento, el temor se disipó y me poseyó una concentración de fuerza en el proceso energético que transcurría en mí. El chamán fumaba un mapacho y sonreía complacientemente, pues él sabía lo que me estaba sucediendo, pero permitió que el proceso continuara, pues no era nada malo, sabía que yo necesitaba tener esa experiencia. Mientras esto me sucedía, el cóndor esperaba paciente que mi cuerpo energético estuviera listo para iniciar nuestra aventura.

***

Lentamente me perdí mentalmente, dejé de ser consciente que estaba en la Malloca en una ceremonia de Ayahuasca y de pronto me vi volando en el cuerpo del cóndor, sentí que estaba dentro de él, volando y mirando por sus ojos, luego me transformé en el mismo cóndor, no había diferencia alguna entre nosotros. Yo era el cóndor, pero con la consciencia de un hombre. Sentí el vuelo tan rápido, recto, directo al objetivo, sin contradicciones con el viento, con la mirada muy clara y agradable sobre las montañas nevadas. Volé por el firmamento del Valle Sagrado de los Incas, traspasando con total comodidad las nubes y observando las montañas y la belleza del valle.

Me sentí fascinado, pues el cóndor es un avión magnífico, ninguno se le parece, es un ser volador increíble, su reino son los cielos. Me sentí lleno de agilidad y posibilidades. Volé convertido en un gran cóndor y entonces comprendí la fisiología y la psicología de esa gran ave. Podía sentir y apreciar cómo funciona su magnífico organismo. Pude darme cuenta que la sustentación de sus grandes alas es la razón de ser del cóndor. En contra de lo que muchos podrían pensar, él no necesita mucha energía para volar, utiliza inteligentemente la fuerza del viento para impulsarse, avanzar, descender, ascender y hacer todo lo que la magnífica ave puede hacer. Uno de los aspectos más impresionantes del cóndor es su visión. Convertido en cóndor pude divisar desde muy lejos mis objetivos y los lugares donde deseaba dirigirme y me acerqué a ellos utilizando mis grandes alas y mi ligero cuerpo en un vuelo armónico con el entorno de la atmósfera. Si deseaba dar la vuelta a la derecha o la izquierda, movía voluntariamente alguna de mis grandes plumas y este ligero movimiento producía el efecto de giro. Si deseaba ascender o descender, abría o cerraba unos grados mis alas. Si deseaba aumentar la velocidad aleteaba potentemente unas cuantas veces y cerraba las alas para cortar mejor el viento y entonces la velocidad se incrementaba.

Mi visión estaba básicamente concentrada en el horizonte, mis objetivos de vuelo eran clarísimos, sabía lo que quería y me dirigía raudo a tal destino, no obstante, mi visión era amplia, me permitía visualizar las montañas y la extensión del horizonte con toda su belleza. Aprecié el Valle Sagrado desde las alturas a una velocidad vertiginosa que cortaba el viento sin conflicto alguno.

***

Volé raudamente y pronto llegué a la gran montaña, el Apu Pachatusán. Recorrí sus cumbres nevadas, lugar donde tienen sus nidos los cóndores, vi a muchos, desde los más pequeños hasta los adultos, alimentándose y haciendo sus primeros intentos de vuelo. Las alturas nevadas del Apu Pachatusán son magníficas, sentí el frio intenso, pero no me hacía ningún daño, pues los cóndores están perfectamente adaptados a tales condiciones climáticas.

***

Seguí volando y volando por las montañas cercanas al Apu Pachatusán, hasta que poco a poco, fui recobrando la consciencia de mi mente y nuevamente pude darme cuenta que estaba recostado en la Malloca vivenciando la experiencia de volar convertido en un cóndor. Luego de un momento, el cóndor me dejó en la y se fue a su destino. Volví a mi consciencia poco a poco, confundido entre visiones de vuelo y nubes. Cuando estuve nuevamente consciente, aunque estaba mareado, me sentí débil e impotente para incorporarme por mí mismo. Entonces el chamán se acercó a mí y me sopló con sus esencias de plantas sagradas, luego de este ritual, volví a estar consciente. Entonces, sintiéndome débil pero ya capaz de ejercer mi voluntad, llamé al doctor y le pedí un poco de agua, me la dio y luego me preguntó:

- ¿Deseas ir a dormir?

- Sí, por favor.

- ¿Sabes cuánto tiempo has estado ausente?

- No lo sé le contesté, talvez 20 minutos.

- ¡No, no fueron 20 minutos, estuviste en trance tres horas!

- ¡Oh! Respondí asombrado.

- ¿Dónde has estado?

- Volando por el valle sagrado, convertido en un gran cóndor.

Me miró complacientemente y luego, con la ayuda de la enfermera me llevaron a mi habitación y me ayudaron a acostarme. El resto de la noche soñé con cóndores volando en las alturas. Aquella noche, el espíritu de grupo que gobierna a los cóndores, me visitó, me arrebató y me llevó a dar un gran paseo, el más increíble y alucinante paseo por los cielos, fue un inesperado premio, un regalo maravilloso en mi vida. No se compara a nada material. Fue grandioso ser un cóndor por unas horas.

FIN

Escrito en Pisaq. 2018.

Galería Virtual