Estaba cepillando mi traje de vampiro,
lustrando mis botas negras de cuero con implantes metálicos,
alistando mi gran abrigo negro, planchando mi camisa roja,
ordenando mis corbatas plateadas, organizando mis collares
de plata, en fin… poniendo al día todo mi atuendo, pues,
debido a que ese día era luna llena, tenía planeado salir de
noche a recorrer las discotecas, para impresionar a los
parroquianos, en especial a las chicas, debido a mi
personalidad y mi traje de vampiro. Salí un momento al
jardín a observar la luna llena y respirar, me sentí
completamente vampiro, completamente deseoso de tomar
energías ajenas. Me reí maliciosamente y luego volví a mi
habitación a cambiarme para salir.
Justo cuando estuve listo, sonó mi celular, contesté y
escuché su suave voz de mujer:
-Hola Davi, soy yo, Mariela, te llamo para pedirte un favor
especial.
-Tú dirás Baby -Le respondí, mientras pensaba que sería
fabuloso darle a esa muchacha inocente un buen susto en la
noche.
-Davi, escúchame, te he llamado para pedirte que dones
sangre para un niño que la necesita con urgencia. ¡Tiene que
ser ahora! Ahora mismo, tienes que venir al Hospital
Central, te estamos esperando en la unidad de Pediatría.
-Pero Mariela yo… -Traté de contestar, pero ella colgó.
“¿Donar sangre yo, un vampiro?” -Pensé-. Es imposible, los
vampiros no podemos donar sangre, contiene sustancias
espirituales y químicas que un ser humano común y corriente
no toleraría. “La llamaré para decirle que no es posible”. -Pensé-.
Tomé mi teléfono y la llamé.
-¿Mariela? Hola querida, sabes que yo no debo…-Traté de
hablar, pero ella me cortó la conversación y me dijo algo
molesta:
-¡Cómo! ¡Aún no has salido de tu casa! ¡Te estamos esperando!
¡Me haces el favor de venir inmediatamente! Déjate de
tonterías. No te olvides que me debes 300 euros y muchos
otros favores. Tienes la obligación de colaborar esta vez.
Te espero, chau. -Y luego colgó el teléfono, dejándome
frustrado en mi intención de explicarle que no era posible
que yo done sangre.
Salí rumbo al hospital pensando que sería importante para un
vampiro visitar el hospital y conocer el Banco de Sangre.
Tomé un taxi y rápidamente llegué al Hospital, ubiqué el
Banco de Sangre. Ingresé al servicio mientras los pacientes
y el personal me miraban entre extrañados e impresionados
por mi traje de vampiro. “¡Qué se creerá esta gente! ¿Qué
sólo es un atuendo? Ellos no saben que soy un verdadero
vampiro, con doscientas vidas pasadas en mi larga
trayectoria”. -Pensé mientras corría al encuentro de Mariela-.
Ella estaba allí esperándome impaciente. Al verme, en medio
de su preocupación me miró y se agarró la frente diciendo:
-¡Ay David! ¿Qué voy a hacer contigo? ¡Otra vez con ese
traje de vampiro! Ya te he dicho que sólo eres un loco
muchacho de la ciudad, un simple mortal, un divertido
estudiante de psicología, eso es todo, los vampiros no
existen.
-Ya Baby, ya… Hay cosas que no sabes jovencita. Y es mejor
que no insistas en tener pruebas o explicaciones. ¡Podrías
ser mi próxima prosélita! –Contesté.
-¡Jajajajajaja! -Se rió sonoramente, mientras el personal
del Banco de Sangre se reía discretamente para que yo no lo
notara.
“Buenas noches señores”. -Saludé al personal. “No donaré
sangre, no puedo, no me pidan explicaciones, pues tampoco se
las puedo dar, soy un ser especial, mi sangre no es útil
para los seres humanos, contiene sustancias que ustedes no
tolerarían...” Iba hablando, mientras Mariela y la técnica
alistaban una hipodérmica y una doctora me invitaba a
sentarme en una silleta. Tuve que sentarme y obedecer ante
la mirada de reproche de Mariela.
-¿Qué edad tiene? -Me preguntó la Doctora.
-25 años en esta vida.
-Sin bromas caballero. ¿Ha tenido enfermedades infeccionas?
¿Consume fármacos? ¿Se ha acostado con prostitutas en los
últimos tres meses? ¿Tiene diabetes? ¿Consume drogas?
Me preguntó de todo, hasta que finalmente me dijo que yo era
un buen candidato para la donación, también me explicó que
la sangre era para un niño en muy difícil situación, que
hacía muy bien en ser donante voluntario.
Mientras terminaba con el protocolo previo al donativo,
Mariela me advertía con miradas severas y palabras, que no
hiciera nada para contradecirla. Así lo tuve que hacer, pues
a decir verdad, tenía tantas deudas con Mariela que no podía
negarle nada, además, aunque traté de negarlo tantas veces y
me escapé de ella, creo que estaba enamorado. Era tan linda,
tan dedicada a su trabajo de enfermera y voluntaria social.
No sé… estaba confundido, a veces pensaba en casarme con
ella y otras pensaba que lo mejor sería capturarla y
someterla a un ritual de vampiros para apoderarme de toda su
energía.
Mientras me quitaba el gran abrigo negro y me remangaba la
manga de la camisa, les decía a Mariela y a la doctora.
-Bueno, si quieren me sacan sangre, pues, total, será la
expresión de mi buena voluntad para ayudar a un pequeño niño
en problemas. Pero, la verdad es que no les servirá de
mucho, ya le dije doctora que mi sangre no es normal, no
sirve para los seres humanos. Mariela lo sabe, no sé por qué
insiste en seguir adelante con todo esto. La doctora me miró
complaciente, sonriendo, y me dijo socarronamente.
-Estimado David. ¿Usted es estudiante de psicología verdad?
-Sí doctora, lo hago para comprender mejor los mecanismos
que utilizan los humanos para procesar su energía vital y
espiritual.
-Me parece muy bien. Ahora le voy a sacar un poco de sangre
para determinar su grupo sanguíneo.
Me introdujo la hipodérmica y me sacó un poco de sangre del
dedo índice de la mano derecha. El pinchazo me dolió.
Mientras hacia una rápida prueba yo le decía a Mariela:
-¡Ya verás pues Baby la pérdida de tiempo que significa todo
este asunto de la donación de sangre! Soy un vampiro
ancestral, mi verdadero nombre es Léster Chéjov, mi última
vida la pasé en Cracovia, chupando la sangre del pueblo
hasta que me agarraron y me mataron con la estaca. ¿No me
crees verdad? En unos minutos vas a ver lo atónita que se
queda la doctora, y hay sí dejarás de dudar.
-¿Supongo que habrás limpiado tu apartamento? Ayer que fui
estaba hecho un desastre”. -Me respondió, cambiando de tema,
mientras me miraba riéndose.
En eso la doctora nos interrumpió y me llamó diciendo:
“Venga David, comenzaremos con el procedimiento”. Me eché en
una camilla y me extrajeron medio litro de sangre mediante
un procedimiento que duró unos quince minutos. Mientras
avanzaba el procedimiento, Mariela se burlaba de mí,
diciéndome con tono de voz cinematográfico. “Ahí va saliendo
la sangre radioactiva del peligroso vampiro. Será una
verdadera revolución para la medicina”.
Mientras hablaba, yo recordaba los episodios de mis vidas
pasadas, los castillos en los que viví, las mujeres a las
que les extraje la sangre, los largos años que viví, las
profesiones que estudié. Recordé vívidamente las calles de
las ciudades y pueblos en los que viví. Yo estaba
completamente convencido de ser un vampiro. Si no, ¿De dónde
provenían todos estos recuerdos, todas esas imágenes? ¿De
dónde demonios habría sacado toda la parafernalia, la
personalidad de vampiro? ¿Por qué en las noches de luna
llena sentía un irrefrenable deseo de salir a recorrer la
ciudad?
Una vez que terminaron de sacarme la sangre. La doctora me
habló diciendo:
-Gracias David, la donación de sangre es voluntaria y
siempre es bienvenida. No sabe lo mucho que la necesita ese
niño que está internado en emergencia. Ha hecho un acto de
buena voluntad que Dios le recompensará.
-¡Pero Doctora! -Le dije alarmado- debe estudiar mi sangre,
podría causarle un colapso al pobre niño enfermo.
-Ya la hemos estudiado. No hay ningún problema, su sangre es
completamente apta para la transfusión. Usted tiene la
sangre del tipo “O Positivo”. Ahora póngase su abrigo y por
favor, vaya a tomar un buen caldo de gallina con un gran
vaso de leche y acuéstese, pues hoy no puede ir a bailar ni
a nada, esta débil por la donación, será mejor que vaya a su
casa y duerma bien.
Enseguida la doctora desapareció en medio de los
inexplicables instrumentos del Banco de Sangre. Mariela se
acercó y me dijo, acariciándome el brazo adolorido. “Davi… ¿Cuándo
vas a dejar de ser un loco parroquiano de la ciudad? ¿Cuando
vas a dejar de salir son tus amigotes malandros? ¿Cuando te
dejas de todas estas tonterías y de una vez nos casamos?”
Le miré a los ojos y le acaricié la cabeza, mientras se
acrecentaba mi intriga y decepción, pues al parecer mi
sangre no era radioactiva ni era yo un vampiro de verdad. A
decir verdad, nunca le chupe la sangre a nadie, ni hubo
nada, sólo unos cuantos rituales con música metálica del
grupo “Black Sabbath”, sólo unos trajes, un ataúd que decoré
y coloqué en mi apartamento para impresionar a los amigos.
Bueno, el traje que llevaba puesto, después de todo, era
elegante y me quedaba tan bien. ¡Y funcionaba de maravillas
en las discotecas! Le miré a los ojos, la tomé por los
hombros, le di un beso en la frente y resueltamente le dije:
-Bueno Baby… ahora tengo que irme a recorrer la noche, no
puedo con mi naturaleza.
-¡Qué naturaleza ni nada! ¡Ahora mismo nos vamos! -Respondió
molesta-. Compraremos una gran pizza y nos vamos a descansar.
Has donado sangre y no puedes tomar ni una cerveza, que tus
amigotes vagabundos y malandrines se vayan al diablo.
Vendrás conmigo a comer pizza y tomar un gran vaso de leche
con chocolate y a dormir, tal como lo ha dispuesto la
doctora. ¡Y no quiero escuchar ni una palabra más! ¡Camina
si no quieres tener problemas!
Tuve que aceptar las directivas de Mariela, parecía
razonable, además no me agrada pelear con las mujeres, es
mejor no llevarles la contraria. Mientras caminábamos
tranquilamente hacia la pizzería y la luna llena nos
alumbraba con su luz azul, le dije entre molesto e intrigado.
-Y entonces… ¡De dónde crees que tengo todas las
remembranzas? ¿Cómo así es que recuerdo mis vidas pasadas
con lujo de detalles? ¿Cómo es que sé que uno de mis nombres
fue Lester Chejov? Y cómo es que recuerdo los castillos, el
atuendo, la luna y todo eso. ¿Ah?
-Sabes Davi, ya te he dicho que sólo eres un loco muchacho
de la ciudad, lo que pasa que eres un gran malandrín que no
quiere corregirse, eres inmaduro muchacho.
-No lo creo, no te olvides que soy estudiante de psicología,
conozco la mente humana.
-Serás estudiante de psicología y todo lo que quieras. -Me
decía mientras ordenaba al mozo dos grandes vasos de leche
chocolatada y una gran pizza familiar- Pero… ¿Sabes una cosa
querido? ¿Sabes de dónde vienen todos esos recuerdos y todo
lo demás? ¡Eres un loco alucinado! ¡Eso es lo que eres!
FIN.
David Concha Romaña
2009
Fotografía: Obra “Drácula un Vampiro Enamorado” Taller de
Teatro de Ituzaingó. Goya. 2012.