Era un bello amanecer de un día de verano.
Francisco caminaba respirando libremente por una exótica y
deshabitada playa, mientras observaba el amanecer iluminando
la inmensidad del mar y su corazón se llenaba de
maravillosas ilusiones, de pronto vio que se acercaba una
bellísima y joven mujer de cabellos dorados, rostro de
facciones perfectas y cuerpo exuberante. Se inquietó ante su
presencia, pero la recibió con alegría, pues era tal su
belleza que le infundió un grato sentimiento de tranquilidad
y amor. La bella mujer se encontraba desnuda, al llegar
hasta donde se hallaba Francisco, lo sedujo tiernamente y lo
incitó al amor. Caminaron juntos un corto trecho y luego,
sin restricciones se entregaron en un apasionado abrazo.
El encuentro se desarrolló tierno y placentero al principio;
pero, poco a poco, se tornó fuerte, luego tosco, y
finalmente agresivo y grotesco. La bella mujer se transformó
en un ser demoníaco, en un monstruo híbrido, mezcla de
reptil y humano. El placentero encuentro se tornó en un
violento incidente. Francisco tuvo que liberarse de la
monstruosa mujer a costa de gritos y golpes, logrando huir
maltrecho y muy asustado, mientras gritaba a viva voz: ¡Ayúdame
Virgen María! ¡Ayúdame Virgencita!
Este fue el sueño que tuvo Francisco durante varios días.
Justamente desde el día en que hurtó valores del baúl de su
abuela. A causa de este sueño recurrente, Francisco estaba
muy preocupado, pero no se atrevía a contarle nada a su
abuela, señora rígida y severa que le hubiera dado una
reverenda cuera si se enteraba.
***
Unos días atrás, Francisco tomó la llave
de su abuela mientras ésta hacía la siesta y cual gato
astuto, abrió el baúl de antigüedades que se encontraba al
pie de la cama. Al tenerlo abierto, rápidamente hurtó unos
cuantos dólares y un medallón de plata. Temiendo que
despertara y lo descubriera, cerró rápida, pero
cuidadosamente el baúl y se fue para la calle, a vender el
medallón y juntar la plata para darse unas semanas de gran
vida. Mientras caminaba por la calle, en busca de un joyero
para venderle el medallón, iba observándolo y pensando en lo
bien que lo pasaría con el dinero.
Día tras día, la pesadilla se repetía, hasta que Francisco
no pudo más y decidió visitar a un especialista. El
psicólogo le dijo que su extraña pesadilla era la
representación simbólica de su timidez hacia las mujeres,
sus represiones y sus temores sexuales, le dijo que sólo se
curaría mediante una terapia especializada Aunque la
explicación parecía razonable, Francisco no la aceptó
completamente, pues no admitía la idea de ser un reprimido.
Optó por ignorar la opinión profesional y se refugió en el
artificio mental de la negación; sin embargo, su sentimiento
de temor continuaba molestándolo, el sueño se repetía varias
noches seguidas, produciendo en el inmaduro e iluso joven,
un sentimiento paranoico y persecutorio que no le dejaba
vivir tranquilamente.
Una mañana, luego de una noche de soñar con la peligrosa
mujer reptil, decidió ir en busca de un brujo. Sin pensarlo
mucho, se encaminó al pueblo de Pisaq en busca de Don
Valerio, un brujo amigo de su familia, experto en la lectura
de la coca y el cigarro. Al llegar se encaminó directamente
a la casa del brujo. Don Valerio lo recibió, invitándole a
pasar a una salita, llena de objetos de brujería; al medio,
una mesa redonda de piedra, en las paredes, varios reptiles
disecados, azotes, cuernos de ciervo y venado, colas de
bueyes, pieles de oso y zorrillo, y por supuesto, las
infaltables imágenes de algunos santos cristianos
andinizados por efecto del coloniaje.
Don Valerio se presentó vestido con un poncho y un gorro, su
rostro andino dejaba apreciar sus ojos penetrantes,
brillantes y la infaltable bola de coca en la boca; traía en
las manos un sahumerio encendido en el cual había depositado
alhucema, eucalipto, incienso, madera de tara y plumas de
aves de montaña. Todos estos elementos al quemarse le daban
al lugar, un ambiente místico y parapsicológico; hasta el
más incrédulo hubiera admitido que Don Valerio era de verdad
lo que decía ser: Un Altomisayoc o sacerdote andino, dotado
de poderes.
Luego de conversar generalidades, Francisco le relató sus
inquietantes sueños. El brujo escuchó atentamente el relato
y luego de tirar la coca unas cuantas veces, le habló:
-Escúchame atentamente y acepta lo que te voy a decir
niñucha. –le dijo mirándolo fijamente- Por alguna razón que
no puedo determinar, te has contactado con ese ser. Esa
mujer no es sólo un sueño, existe en un plano espiritual.
Tienes que deshacerte de ella, debes terminar con su influjo.
La única manera de lograrlo es llenándote de la energía de
otros espíritus femeninos, para que ellos expulsen a la
mujer reptil. Tienes que relacionarte con cuantas mujeres
sean necesarias para desalojar a ese espíritu malo. Ve
muchacho, si haces lo que te digo, estarás bien. Sabrás que
has alcanzado tu curación, cuando dejes de tener ese sueño.
Francisco salió desconcertado de la casa del brujo, llevando
un sinfín de hierbas. No sabía qué pensar ni qué hacer, así
que decidió alejar de su mente esos pensamientos, creyó que
muy probablemente, con no sugestionarse, los sueños cesarían.
Al día siguiente se levantó molesto y más preocupado aún,
pues había vuelto a soñar la misma pesadilla, pero agravada.
Justo en el momento en que lograba soltarse y huir de la
demoníaca mujer, ésta le grita con voz amenazadora:
-¡No podrás huir Francisco, tú me has elegido, eres mi
puerta de escape!
Sin saber qué hacer salió a caminar y se metió a la iglesia
de La Merced, se acercó a la Santa Virgen y oró a ella,
arrodillado.
-¡Qué hago virgencita! ¡Cómo es posible que tenga estos
sueños y que me encuentre atrapado en este dilema
psicológico, forzado a admitir que soy un enfermo, reprimido
sexual y que por serlo, tenga que ser acosado por esa
horrorosa mujer reptil!
Mientras salía de la iglesia, un recuerdo muy nítido y claro
inundó su mente, recordó que el medallón que le robó a su
abuela, tenía labrada en una de sus caras, la figura de una
mujer-reptil devorando a un hombre. ¡Eso era, el medallón
que robó a su abuela era la clave!
Al regresar a casa lo primero que hizo fue buscar en sus
libros alguna referencia sobre la mujer-reptil, y la halló
en un viejo tratado de Hinduismo. Parte de la descripción
señalaba que la mujer-reptil es un espíritu arcaico, que se
manifiesta a través de la simbología tántrica. El símbolo de
la mujer-reptil representa la transmutación negativa de la
energía sexual. En la religión hindú se representa a la
energía sexual como una serpiente, llamada Kundalini, que
asciende a través de los puntos de energía corporales o
chakras, hasta coronar su ascensión en la parte superior del
cráneo.
El perturbador sueño, representaba el estancamiento y la
perturbación de la normal movilidad de la energía sexual. De
acuerdo al viejo libro, quien evoca al símbolo de la
mujer-reptil, se arriesga a ser poseído por su espíritu y
sufrir la interrupción y perturbación del flujo normal de su
energía sexual. Esto sucederá hasta que el espíritu símbolo
de la mujer-reptil logre materializarse temporalmente, a
través del cuerpo de una mujer viva.
En la descripción también se menciona que el espíritu de la
mujer-reptil, tienta a los varones, introduciéndose en su
mente y dándose a conocer en sueños. Los sujetos sensibles
que se relacionan con el símbolo de la mujer reptil son sus
víctimas. Francisco no evocó voluntariamente a la mujer
reptil, pero al robar el medallón y observarlo por largos
minutos, seguramente quedó conectado con ese ser espiritual.
Los siguientes días, buscó al usurero que le compró el
medallón, pero éste le dijo que sería imposible rescatarlo,
pues lo había hecho fundir para confeccionar una pieza de
mayor valor.
En busca de ayuda, Francisco reunió a sus amigos, éstos lo
observaron con asombro, pues estaba demacrado, visiblemente
impresionado, reflejaba un creciente temor. Francisco tuvo
que contarles lo sucedido, los sueños y todo lo demás. Los
amigos le dijeron que eran patrañas, resultado de sus
preocupaciones. Le invitaron a salir y divertirse.
Efectivamente, esa noche se divirtió mucho y por primera vez
en un mes no soñó con la malévola mujer.
Se convenció de que la diversión le ayudaba mucho, así que
pasó varios días divirtiéndose en los casinos y los juegos
electrónicos. Sin embargo, una de esas noches, volvió a
tener el mismo sueño, la maligna le habló provocativamente:
“¿Te has divertido mucho verdad gusano? ¡Eres mío muchacho,
mío, sólo mío, estaremos juntos por siempre! ¡Aunque salgas
de noche a divertirte, no podrás liberarte de mí!”
Para huir de su problema, Francisco se dedicó a salir
compulsivamente de noche, mucho más que antes, todos los
días, su deseo era volver bien tarde a casa y dormir lo más
cansado posible para evitar soñar con la malévola fémina. No
importaba la hora ni el estado en que regresara a dormir, de
igual manera soñaba con la mujer-reptil. Justo en el momento
en que lograba deshacerse de ella y huir, ella le advertía
gritando: “¡Tú me has elegido Francisco! ¡Tú me has elegido!
¡Eres mi salida, estaremos juntos por siempre!”
Las semanas siguientes se dedicó a salir de noche y
refugiarse en los bares, cafés, teatros, salones de juego y
todo aquel lugar que le permitiera encontrar amigos para
regresar tarde a casa. Eso sí, se había propuesto no salir
con mujeres, temía mucho que se materialice la mujer reptil.
Aun cuando hacía todo lo posible por regresar tarde, cansado
y con la mente ocupada en otros asuntos, no podía evitar
soñar lo mismo, una y otra vez, era inevitable ver la
transformación de la hermosa mujer en un horrendo monstruo.
Al final del segundo mes, se encontraba exhausto y
desesperado, tenía fobia de dormir, sin embargo, llegada la
noche caía rendido en su lecho, sólo para volver a vivir su
pesadilla.
***
Uno de esos días decidió que no podía
seguir viviendo así, decidió retomar su vida normal, pase lo
que pase, no podía seguir huyendo de la maligna mujer, tenía
que enfrentarla. El problema se había agudizado, ahora, sólo
con cerrar los ojos por unos minutos aparecía la mujer y lo
perturbaba.
Esa noche decidió intentar una solución, así que pensó que
debería ir a un lugar lleno de mujeres, un club nocturno por
supuesto. Al llegar ingresó temeroso y precavido. ¿Qué
podría hacer si el destino lo estaba colocando en esta
situación sin salida? Inmediatamente después de entrar al
club nocturno, fue abordado por los camareros del local,
quienes lo colocaron en un apartado y le preguntaron qué
tomaría.
-Una copa de vino, por favor. -Pidió el asustado Francisco.
La fue tomando y se fue animando a conversar con las muchas
chicas que ya comenzaban a darle vueltas. Una muy bien
dotada mariposa nocturna se quedó con él. Pese a su temor,
se animó y decidió tener una aventura con la damisela. Entre
luz roja y provocaciones, sintió destellos en los ojos. La
imagen de la mujer reptil comenzó a aparecer en su mente con
claridad y nitidez, ya no necesitaba cerrar los ojos, ni
dormir, se había presentado de pronto y no se movía más de
su mente. Mientras esto discurría por su perturbada cabeza,
el encuentro sexual se inició, la damisela apagó algunas
luces, cerró la puerta del apartado y se dispuso a pasarla
bien con el preocupado muchacho.
Por un momento, la mente de Francisco quedó liberada de la
perturbadora presencia de la demoníaca mujer-reptil, el
joven creyó que ya no lo perturbaría, entonces se concentró
en disfrutar de su encuentro sexual. Sin embargo, comenzó a
sentirse ansioso, pues descubrió que la mujerzuela tenía una
pierna de color verde reptil y padecía de un horroroso hongo
en la piel del pecho, sus dientes eran desiguales y sus ojos
brillaban desmesuradamente, poco a poco su cabello se puso
trinchado, sus orejas se volvieron puntiagudas y las uñas de
la manos le crecieron.
En cierto momento la mujerzuela se rió malévolamente, agarró
al joven por el cuello con fuerza y mientras le miraba a los
ojos con mirada aguda y penetrante, le gritó con voz grave y
amenazadora:
-¡Te estaba esperando Francisco, ahora verás, yo soy la
mujer del símbolo! ¡Serás mío eternamente!
Francisco comenzó a gritar, darle golpes y procurar
deshacerse de ella. Se puso a luchar con esa mujer, que poco
a poco se iba convirtiendo en la temible mujer-reptil, cada
momento más monstruosa. A medida que luchaban, podía ver sus
escamas y sus manos con garras. La lucha fue larga y
sostenida. Podía sentir que su cuerpo se llenaba de rasguños
y mordeduras. De pronto, mientras se agitaba y gritaba:
“¡No, no, no, por favor no, por favor Virgencita ayúdame...ayúdame!”
observó que la mujer reptil se tapaba la vista con una de
sus manos, mientras una potente luz le cegaba la vista. Todo
se nubló, vio un reflejo en su mente y se desmayó.
Recuperó la conciencia varias horas después. Se encontraba
en una cama de la Clínica Paredes, lleno de rasguños,
mordeduras y moretones, sin embargo, mostraba una cara de
placidez, tranquilidad y cansancio; por primera vez en dos
meses había dormido en paz.
A su lado, la preocupada damisela, declaraba al oficial de
la policía:
-No sé lo que me pasó señor Policía, el joven no tiene la
culpa, sólo se defendió. Le repito, no sé que me pasó, de
pronto sentí que ya no era yo, mi cuerpo se transformó y
sentí un deseo irrefrenable de atacar al joven y lo ataqué,
estaba completamente fuera de mí, no era yo. Luego ví una
gran luz que me cegó y entonces sentí que esa fuerza se fue
y me dejó, pero yo caí lastimada como me encuentro ahora.
La abuela de Francisco, sentada al pie de la cama habló con
el joven:
-¡Santos cielos Francisco! Hijito, por favor dime, ¿qué te
pasó? mira cómo estás, lleno de rasguños y golpes. ¿Es
cierto lo que dice está mujer?
Francisco la miró cansado y con la voz muy baja le dijo:
-Sí abuelita, es cierto. Fue la mujer del símbolo del
medallón, fue esa diabla, la santa Virgen la ha expulsado.
Agotado pero con expresión de tranquilidad, pronunció estas
palabras y quedó dormido ante el asombro de los presentes.
FIN.
Escrito en Cusco. 2000. - Autor: David Concha Romaña
Sebastián Moreno Coronel. "Castellers"